Preludio de Natal

Diciembre, último mes de este distópico 2Q2Q

La princesa ADA está muy excitada, es su mes favorito, estos días revolotea por toda la casa rebuscando y sembrando su rutinario caos en aras de localizar artículos navideños.

Yo me apunto a la búsqueda. Lo primero que encontramos es el Nacimiento de Playmobil y un ecléctico árbol atiborrado de objetos colgantes de distintos tamaños y colores. Mientras ella los recoloca cantando villancicos, cazo bolas y las ruedo por el desván.

—¡HAAAAATTER, canta conmigo! Tumbo el árbol culpo al perro, falalalalalalalalá…

¡Qué ganas de darle un zarpazo!

Cansada de perseguir bolas, sorbo uno de esos atractivos espagueti de colores metalizados que nacen de las ramas del árbol. Desconocía que fueran tan indigestos, toso atragantada hasta que la princesa ADA acude a mi rescate y, asombrada, tira por un extremo hasta que consigue sacarme el interminable fruto del árbol.

—¡Pobrecilla Hatter! ¡GATA CHALADA! A quién se le ocurre comer una guirnalda. —dijo la princesa ADA acariciándome el lomo con mucha delicadeza.

Enseguida continuamos con nuestra labor. Curioseamos en baúles, estanterías y cajones hasta que aparece la madre para acabar un trabajo en su despacho.

—¡¡¡¡Menudo desorden!!!!, no puedo atravesar el desván sin pisar lo que habéis tirado. A recoger. ¡¡YA!!

—No es para tanto —murmura la princesa ADA entre dientes al mismo tiempo que apelotona en cajas y cajones, sin orden ni concierto, lo que habíamos tirado.

Mi hermana adoptiva se sube a una silla para colocar cada caja en su estante y a esa altura ve la caja de lata en la que la madre guarda todas las postales y felicitaciones navideñas.

Sigilosamente, para que la madre no se entere, se sienta en la alfombra para leer el contenido de la caja que encerraba, sobre todo, ilusiones y emociones.

—Hatter, ven, he encontrado la postal con el cuento que escribí las Navidades pasadas. Esta es la historia de…

Érase una vez un oso polar al que le encantaba la Navidad. Como se sentía muy solo, fue en busca de Papá Noel para encontrar la felicidad. Caminaba, caminaba y caminaba… Sus grandes pisadas sobre la nieve se dirigían al Polo Norte. Y allí se encontró a Papá Noel, desesperado, encima de una montaña de 54uguetes. Se acercó y le preguntó:

— ¿Qué te pasa Papá Noel?

— Estoy muy cansado, esta Nochebuena no podré repartir los regalos a los niños. — dijo con pena.

— Ohhh, ¡yo te ayudaré!

El oso se quedó pensativo. Sabía que, si no buscaba colaboración, los niños se quedarían sin regalos. Miró al cielo. Como cada noche vio a las Osas, sus guías, y en la Menor, en la cola, la Estrella Polar le hacía guiños con sus destellos.

El oso llamó a la Estrella Polar:

— Baja. Por favor, necesito ayuda para realizar una importante misión. Quisiera que cada una de vosotras, las estrellas, cojáis un regalo de la fábrica de Papá Noel y lo dejéis en las casas de los niños.

La Estrella se acurrucó en las patas del oso y los dos tejieron un plan.

— Subiré al cielo para contarles a mis amigas las estrellas cómo podemos ayudar a Papa Noel.

Todas aceptaron encantadas la misión para la noche de Navidad, pero lo más sorprendente de esa noche fue que todas las estrellas, en su viaje, regalaron destellos de amor, magia, valor, alegría, amistad, justicia y esperanza que perduraron en el mundo para siempre.