Hoy es 14 de febrero y no es mi santo. Es el día más cursi e hipócrita del año.
Cada año lo anuncian antes. Se acaba la campaña de Navidad y en las tiendas empiezan a aparecer corazones y minicupidos como setas, los escaparates se visten de rojo y la tele escupe slogans estúpidos “Que nuestro amor nunca se esfume, te digo te quiero con este perfume”.
En el cole levamos una semana haciendo postales en forma de corazoncitos y ese tipo de cosas. ¡Qué hartazgo!
Esta mañana, en inglés, el ejercicio ha sido escribir una carta de amor a un compañero de clase. La verdad, yo no entregué mi carta, decidí hacérmela a mí misma.
Cuando me tocó leerla todos me miraban raro. Como si no pudiera amarme.

Lo único bueno de esta fecha, es la canción sobre su origen, de Destripando la Historia, y que no tiene que ver con cupidos, corazones, besos o abrazos:
…Se consideraba que estos actos tan obscenos
Eran bendiciones para la fertilidad
Entonces la iglesia se enfada y el Papa Gelacio I, que amaba las cabras
Prohíbe y condena en el siglo V conductas tan poco adecuadas
Y coge y dedica este día sagrado a San Valentín
Que era un mártir muy majo
Que a nadie le importa y nadie quiere celebrar…
Me gusta esta canción.
Odio a Cupido.
Odio los lugares sembrados de corazones.
Odio los besos y abrazos impostores.
Odio ver a niñas llorando porque los chicos se ríen de sus poemas de amor.
Y lo que más odio es que esta fecha es el preludio de otras festividades, para algunos un poco crueles, como San Papá y San Mamá.
¿Por qué no hacemos desaparecer la tradición en los coles de hacer regalos el día del padre o de la madre? Podríamos sustituirla por algo que no se contradiga con lo de enseñar la diversidad como valor humano.